A unas pocas horas de que se acabe el mundo no me dieron ganas de nada más, sino de hacer mi última entrada en este blog. A la mierda el final de la Voz Colombia, quien quiere en un momento así emborracharse hasta la muerte, quien quiere irse para Los Ángeles a tener en unas orgía con mil quinientas personas, quien quiere decirle a todos sus seres queridos que los ama. Nadie. Cualquiera que tuviera un blog simplemente escribiría su última entrada para en la otra vida no arrepentirse por haber abandonado esto, que es como un hijo.
Desde que me desperté había pensado qué escribir. Podría haber confesado todos mis pecados y hacer un intento desesperado de rogar redención divina para ganarme un lote en el cielo, pero Dios en este momento no tiene tiempo de leer el estúpido blog de un fulano bueno para nada (mucho menos de escuchar sus pensamientos... Morbosos en su mayoría), andará muy ocupado ultimando detalles con el comandante de su ejercito de ángeles para acabar con todos nosotros. Además, creo que podría disfrutar un poco el infierno si es como me lo imagino, con el diablo haciéndonos pecar todo el día, haciendo de pronto realidad todos esos pensamientos morbosos que escandalizan al Todopoderoso. Entonces perdón no pediré. Luego pensé que tal vez podría hacer un resumen de lo que ha sido mi vida, de los momentos buenos, de los malos, de las personas que amo y de lo feliz que he vivido; pero todo eso no alcanza para hacer una entrada, eso lo haría en un par de twitts.
Pensaba y pensaba qué escribir, lo hice mientras organizábamos los villancicos que íbamos a poner en la novena hoy en la noche, seleccionando los que creíamos que los casi 150 niños que vienen a la finca de mi familia a celebrar la novena iban a cantar con más ganas... con más felicidad. Cada año, durante los últimos 10, los seleccionamos a orden de mi papá y escogemos siempre los mismos para que esos niños le canten al niño dios a todo pulmón; impulsados por mi progenitor, los dulces de cada noche y un aguinaldo el 24 de Diciembre, después de la última novena.
Los primeros niños llegaron casi en la noche, como siempre, aprovechando los últimos momentos de luz. Seguidos de ellos llegaron otros cuantos después de caminar hasta hora y media desde sus casas. Empezaron a jugar entre ellos con un balón con poco aire, esperando mientras se completaba la gran familia que formamos durante las noches para empezar nuestro rito a lo colombiano. Mi padre los miraba jugar, casi tan entusiasmado como ellos. Uno de los niños que no estaba jugando con el balón corrió hacia mi papá y lo abrazó por las piernas, fue un abrazo sincero como el que uno le da al propio padre, a la madre, a la mujer que ama... Se sonrieron entre sí y mi papá entro a la casa, con su boca desde una oreja hasta la otra y me contó la historia como si se hubiera ganado un premio enorme. "Tan lindo" -dijo- y se fue de nuevo a seguir viendo a los niños.
Celebramos la novena como siempre y empezamos a cantar los villancicos. Una vez más mi señor padre se adueñó del micrófono y como sí fuera una batuta empezó a dirigir su orquesta de terribles voces infantiles. "El que no cante no tiene dulce" es la apertura a aquel coro de gritos. Así fue entonces, se cantaron los villancicos y todo fue felicidad, hasta que una niña se desmayó. Corrió mi familia a atenderla y cuando retomó la conciencia dijo no haber comido nada en horas. Le preparamos entonces una comida con sopa, arroz, macarrones, pollo, huevo y gaseosa, que se empezó a comer como sí fuera la última comida, como si mañana se acabara el mundo. Cuando sació su hambre más urgente, busco entre todos a su hermanita y le compartió la mitad del plato. La otra niña comió con ganas también, rasparon el plato, se tomaron toda la gaseosa, me miraron y agradecieron con los ojos enormes y brillantes. Fueron felices.
Dos horas después decidí escribir sobre eso. Sobre dos historias que me conmovieron hoy, que hacen ver que siempre hay alguien a quien hacer feliz de diferentes maneras, alguien a quien cambiarles su mundo, darles un nuevo comienzo con unos villancicos, unos aguinaldos o un plato de comida. Para todos esos niños mañana no se puede acabar el mundo, simplemente porque tal vez estas celebraciones que hacemos son un comienzo para ellos tener una nueva vida, una nueva esperanza y un nuevo regalo que recibirán después de este 21 de Diciembre.
jueves, 20 de diciembre de 2012
miércoles, 17 de octubre de 2012
Un cuento de Bogotá
UN CUENTO DE BOGOTÁ
Llega un joven a la estación de Transmilenio
-Me da dos pasajes por favor?- le dice a la cajera, después de haber echo una fila de 5 minutos bajo una lluvia bogotana.
-No le puedo vender más de uno- responde la cajera.
El joven asombrado por tal estupidez acepta con rabia el único pasaje que le podían vender. Se va pensando "POR QUÉ, POR QUÉ, POR QUEEEEEEE". Media hora después sale de una cita médica a la que había llegado y llega de nuevo a otra estación
-Deme por favor un pasaje de $1700 y uno de $1400 para no tener que hacer fila a las 10 de la noche otra vez- le dice el joven a otra cajera
-No le puedo vender más de uno- responde la otra cajera
-Por qué?- pregunta el joven, mientras corrían ideas de venganza por su cabeza, como orinar la estación...
-Son las órdenes- responde la mujer
El joven de nuevo con ira e indignación por la imbecilidad de la alcaldía en este asunto que es simple y que lo han complicado enormemente acepta su único pasaje, sabiendo que luego de su clase hasta las 10 p.m tenía que volver a comprar de nuevo otro único pasaje. Pensaba que tal vez eso quiere la alcaldía: que los usuarios se sientan únicos con un único pasaje por trayecto. Se cuestionaba también sobre la capacidad (mental, física y preparación) de la alcaldía para manejar esta gran ciudad, sin llegar a saber si el alcalde es o no apto para gobernarla. Sin querer tampoco llegar a una respuesta, se alejó de la caja hacia el Transmilenio.
-Estúpido Petro- pensó mientras miraba qué ruta tenía que abordar.
Llega un joven a la estación de Transmilenio
-Me da dos pasajes por favor?- le dice a la cajera, después de haber echo una fila de 5 minutos bajo una lluvia bogotana.
-No le puedo vender más de uno- responde la cajera.
El joven asombrado por tal estupidez acepta con rabia el único pasaje que le podían vender. Se va pensando "POR QUÉ, POR QUÉ, POR QUEEEEEEE". Media hora después sale de una cita médica a la que había llegado y llega de nuevo a otra estación
-Deme por favor un pasaje de $1700 y uno de $1400 para no tener que hacer fila a las 10 de la noche otra vez- le dice el joven a otra cajera
-No le puedo vender más de uno- responde la otra cajera
-Por qué?- pregunta el joven, mientras corrían ideas de venganza por su cabeza, como orinar la estación...
-Son las órdenes- responde la mujer
El joven de nuevo con ira e indignación por la imbecilidad de la alcaldía en este asunto que es simple y que lo han complicado enormemente acepta su único pasaje, sabiendo que luego de su clase hasta las 10 p.m tenía que volver a comprar de nuevo otro único pasaje. Pensaba que tal vez eso quiere la alcaldía: que los usuarios se sientan únicos con un único pasaje por trayecto. Se cuestionaba también sobre la capacidad (mental, física y preparación) de la alcaldía para manejar esta gran ciudad, sin llegar a saber si el alcalde es o no apto para gobernarla. Sin querer tampoco llegar a una respuesta, se alejó de la caja hacia el Transmilenio.
-Estúpido Petro- pensó mientras miraba qué ruta tenía que abordar.
domingo, 4 de marzo de 2012
Cuentos Cortos
Oí pasar a una señora vendiendo El Tiempo. Me ilusioné con que podría comprar un poco para estar contigo.
Salí del baño y vi que te habías ido. ¡Qué cagada!
-Mami, ¿en la constitución dicen que pensar es delito?
-No hijo, pero en la biblia dice que es pecado.
Él le dijo que la amaba. Ella le pidió la contraseña de Facebook.
Me dijo que no quería bailar. Yo pensé en decirle que se metiera un dedo por el culo, pero le sonreí.
Me tomo un trago, cierro los ojos y con la música tocándome todo el cuerpo vuelves a estar junto a mi.
-Señora, ¿a cómo la arepa?
-Para usted gratis, lindo- y me picó un ojo.
-Señora, ¿a cómo el pan?
-Para usted gratis, lindo- y me picó un ojo.
-Joven, ¿a cómo la leche?
-Para usted gratis, linda.
Quedé con un ojo morado.
El marranito convencido de querer ser lo mejor en su vocación, respondió que quería ser tocineta.
Vi un grupo llamado "Gente pinta". Me quise unir pero no aceptaron mi solicitud de amistad.
Salí del baño y vi que te habías ido. ¡Qué cagada!
-Mami, ¿en la constitución dicen que pensar es delito?
-No hijo, pero en la biblia dice que es pecado.
Él le dijo que la amaba. Ella le pidió la contraseña de Facebook.
Me dijo que no quería bailar. Yo pensé en decirle que se metiera un dedo por el culo, pero le sonreí.
Me tomo un trago, cierro los ojos y con la música tocándome todo el cuerpo vuelves a estar junto a mi.
-Señora, ¿a cómo la arepa?
-Para usted gratis, lindo- y me picó un ojo.
-Señora, ¿a cómo el pan?
-Para usted gratis, lindo- y me picó un ojo.
-Joven, ¿a cómo la leche?
-Para usted gratis, linda.
Quedé con un ojo morado.
El marranito convencido de querer ser lo mejor en su vocación, respondió que quería ser tocineta.
Vi un grupo llamado "Gente pinta". Me quise unir pero no aceptaron mi solicitud de amistad.
martes, 7 de febrero de 2012
OPEN ENGLISH: REDIME MIS PECADOS
Llego ante ti ¡Oh, OpenEnglish! (fluidez garantizada) arrepentido y rendido a tus pies. Vengo a humillarme a mi mismo, a retractarme de todo lo que antes dije y a darte la razón. Tengo vergüenza por haber cuestionado tus métodos publicitarios, por haberme burlado de ti, por haberme burlado del peludo bobo y del calvo prepotente y por haberlos odiado… sí, a ellos tus personajes más representativos, ellos que representan tu lujosa imagen corporativa, ellos que exponen mejor que nadie tus métodos de enseñanza súper sofisticados, ellos que son pan de vida y cáliz de salvación de las cuentas financieras de tu compañía. Vengo a confesarme entonces, porque estoy arrepentido.
Yo confieso ante ti OpenEnglish todopoderoso, amo y señor de las franjas Prime Time en los canales de televisión internacionales, que he pecado. Confieso que la primera vez que vi un comercial tuyo dije “¿qué porquería es esto?” y las próximas cien veces que me bombardeaste con comerciales (mientras veía mis series favoritas en Warner, Fox, Discovery y los otros 97 canales del cable) mi ira por tus comerciales fue aumentando exponencialmente. Lo siento, de verdad. Pero no lo siento porque haya cambiado de opinión con respecto al humor que manejas en dichos comerciales (sigo pensando que es malísimo), ni porque haya dejado de odiar al peludo bobo o al calvo prepotente, sino porque de verdad tu estrategia publicitaria ha funcionado.
Para mí, la publicidad no es tanto una profesión, sino más bien una religión en la que creo fielmente: creo que sirve mucho, creo que me hace feliz y creo que me va a dar con qué comer el resto de mi vida. Es por eso que tú, OpenEnglish, te has convertido en una especie de semidiós para mí. Tal vez no un semidiós de los que aparece resplandeciente, súper agradable a la vista y por el que uno a primera vista se siente salvado; sino una especie de semidiós castigador, de los que hieren los ojos y remuerden el alma… así te has presentado ante mi. Me has castigado durante meses, obligándome a ver en cada canal tu presencia cuasi-omnipresente en la T.V, remordiéndome la conciencia con tus malos chistes y haciéndome equivocar un par de veces pronunciando /Washington/. Pero señor, he aprendido de todo eso, tus constantes flagelos han funcionado y me han abierto los ojos a la verdad: tu publicidad ha funcionado a la perfección. He visto en Facebook muchísimos grupos que hacen alusión a ti; en la universidad, en la calle, en las familias TODOS saben quien eres tú. Estoy seguro que eres el top of mind de la gran mayoría de personas cuando de “cursitos on line” se trata.
A pesar de tu falta de conceptos publicitarios en los comerciales, de la producción tan terrible de los mismos y del humor (subjetivamente) tan malo que manejas, has logrado posicionarte en un nivel muy alto en tu mercado, lo cual es muchísimo más importante que cualquier otra cosa. La publicidad finalmente es para vender y cuando eso se logra, los conceptos, el estilo, la producción y el resto de vainas estéticas pasan a un segundo plano para nada relevante. Es por eso que vengo arrepentido a confesarte que te critiqué muchas veces y que intenté desprestigiar tu exitosísima (sin sarcasmo) estrategia publicitaria. Ahora, sin argumentos para hablar mal de ti vengo a decirte que ¡he pecado!
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