Pensando qué es lo que le falta a Colombia, después de leer un texto con el mismo título de William Ospina, lo primero que se me viene a la cabeza es esto: Identidad. Como él dice, somos fieles creyentes de la bella teoría de Libertad, Igualdad y Fraternidad surgida de la revolución francesa, pero nos hace falta reventar nuestra propia revolución para vivir a partir de estatutos nacientes de las carencias que tenemos y no a partir de otros ideales que en nuestro país son obsoletos o tal vez demasiado avanzados… no lo sé.
Esa falta de identidad sugiere que somos una mezcla de todo. Somos la pobre viejecita sin nadita que comer, sólo pan, huevos, leche, fríjoles, chuchullo, lechona, manzanas, peras, arroz, leche otra vez, bistec, filet mignon, jugo de piña, de mora, de curuba, de lulo, manzana Postobón, Colombiana, 7up, Pepsi y coca-cola. Pero estamos gobernados por el pastorcito mentiroso, que aunque ya diga que viene el lobo, nadie le cree. Ese lobo de la miseria, la pobreza y la mierda que comemos al que todavía le seguimos diciendo “Pero qué ojos tan grandes tienes” creyendo que es una inofensiva y enferma abuelita a la que con un sancocho (o un subsidio de cincuenta mil pesos mensuales) la vamos a curar. Somos también el cerdito que hace su casa de paja por pereza a poner un ladrillo y que cuando se nos cae de un estornudo salimos corriendo donde el hermano que sí puso bases sólidas para construir su casa a pedirle cacao. Somos también Rin Rin Renacuajo, Cenicienta, Ricitos de Oro, Peter Pan y Aquaman (por el fenómeno de la niña). Y así, se llega a lo mismo: somos una mezcla de todo y a la vez de nada.
Esa falta de identidad nos consume por todos lados. José Gabriel Ortiz se cree el súper presentador de programas de entrevistas, basándose en imitaciones baratas a los programas originales de ese tipo estadounidenses. Suso se cree Heriberto de la Calle. William Vinasco Che no ha salido del clóset, entonces no sabe si es político o es narrador de fútbol. Los domingos en También Caerás la única parte que da risa es cuando muestran las bromas gringas. Queremos un técnico de fútbol extranjero. Jorge Celedón ya no canta vallenato sino Pop. Y así, el único personaje original que tenemos sigue siendo Jorge Barón.
Esa falta de identidad es la misma de la que hablaba Jaime Garzón: En Colombia, los intelectuales se creen franceses; los ricos se creen ingleses; los de clase media se creen gringos y los pobres se creen mexicanos. La gente llora porque perdió Barcelona, Real Madrid o porque descendió River Plate y no alegan por el fútbol de medio pelo que tenemos. Todo eso nos impide reconocernos como somos, aceptar lo que tenemos y potenciarlo. Ese deseo de querer tener modelos exteriores se extiende a la hora de comprar o vender y nos impide tener fe en que lo que producimos nosotros mismos es bueno, que puede competir y ganar grandes mercados. El no creer en lo nuestro no nos permite concebirnos como colombianos mulatos, negros, indígenas, costeños, paisas, rolos, vallunos, llaneros, pastusos, etc.; sino que nos decimos ‘colombianos’ en un nivel de abstracción tan elevado, que no podemos manipular, palpar u oler. Y así, no sabemos aún qué es ser colombiano (¡Ay! Qué orgulloso me siento de ser un buen ¿colombiano?).
Esa falta de identidad es la que hace que Shakira viva en España, que García Márquez viva en Cuba, que Juanes viva en Estados Unidos y que la gente del común quiera ir a estudiar al exterior. De nuevo, no confiamos en lo nuestro, en nuestro capital humano y nuestra producción. O es que acaso ¿un señor vestido con traje Arturo Calle, zapatos Vélez y reloj Totto produce la misma sensación de elegancia que uno con traje Armani, zapatos Louis Voitton y reloj Cartier? Definitivamente no. Y así, seguimos mirando para fuera.
Esa falta de identidad nos tiene con hipermetropía: tenemos problemas de visión a distancias cortas. Porque vemos a los niños de África muriéndose de hambre y nos aterrorizamos. Decimos que Bolivia tiene unas carreteras inmundas. Alegamos que Venezuela tiene un gobierno malo. Criticamos cuando la selección de Inglaterra juega mal. Y así, no vemos nuestros niños chocoanos desnutridos crónicamente, simplemente nos sobamos las nalgas cuando el Transmilenio cae en un hueco de 30 centímetros en el carril “solo bus”, no vemos la cantidad enorme de dinero que nuestros gobernantes roban y aún no sacamos a Maturana de la selección.
Queda claro que lo que le falta a Colombia entonces es, entre otras cosas, Identidad.
Lo de Rin rin renacuajo si que funciona... cualquier parecido con la realidad:
ResponderEliminarEl hijo de Rana, Rinrín Renacuajo,
salió esta mañana, muy tieso y muy majo.
Con pantalón corto, corbata a la moda,
sombrero encintado y chupa de boda.
"¡Muchacho, no salgas!" Le grita mamá.
Pero él hace un gesto y orondo se va.
Halló en el camino a un ratón vecino.
Y le dijo: "¡Amigo! venga, usted conmigo.
Visitemos juntos a doña Ratona
y habrá francachela y habrá comilona".
A poco llegaron, y avanza Ratón.
Estirase el cuello, coge el aldabón.
Da dos o tres golpes, preguntan: "¿Quién es?"
"–Yo, doña Ratona, beso a usted los pies".
"¿Está usted en casa?" –"Sí, señor, sí estoy:
y celebro mucho ver a ustedes hoy;
estaba en mi oficio, hilando algodón.
“Pero eso no importa; bienvenidos son".
Se hicieron la venia, se dieron la mano,
y dice Ratico, que es más veterano:
"Mi amigo el de verde rabia de calor,
démele cerveza, hágame el favor".
*Cervecita para rin rin.
No seas aguafiestas rin rin.
!Ay¡, creo que me mareé*
Y en tanto que el pillo consume la jarra
mandó la señora traer la guitarra
y a Renacuajito le pide que cante
versitos alegres, tonada elegante.
"–¡Ay! de mil amores lo hiciera, señora,
pero es imposible darle gusto ahora,
que tengo el gaznate más seco que estopa
y me aprieta mucho esta nueva ropa".
"–Lo siento infinito, responde tía Rata,
aflójese un poco chaleco y corbata,
y yo mientras tanto les voy a cantar
una cancioncita muy particular".
*Yo no soy obediente
siempre hago lo que me da la gana
y bebiendo cerveza, ron y aguardiente
nadie me gana*
Mas estando en esta brillante función.
De baile y cerveza, guitarra y canción,
la Gata y sus Gatos saltan el umbral,
y vuélvase aquello el juicio final.
Doña Gata vieja trinchó por la oreja
al niño Ratico maullándole: "Hola"
y los niños Gatos a la vieja Rata
uno por la pata y otro por la cola.
Don Renacuajito mirando este asalto
Tomó su sombrero, dio un tremendo salto,
y abriendo la puerta con mano y narices,
se fue dando a todos "noches muy felices".
Y siguió saltando tan alto y aprisa,
que perdió el sombrero, rasgó la camisa,
se coló en la boca de un pato tragón
y éste se lo embucha de un solo estirón.
Y así concluyeron, uno, dos y tres,
ratón y Ratona, y el Rana después;
los gatos comieron y el Pato cenó.
¡Y mamá Ranita solita quedó!
Hey primo, me gusta mucho esto ojala vuestra reflexión llegue a muchos corazones y que siga escribiendo así de bacano. Lo quiero mucho y gracias por este ratico de arrebatao análisis fabulista de lo que muchas veces en mi propio corazón no encuentro.
ResponderEliminarBuen articulo, se podría agregar que la perdida de identidad cultural cada año es mas latente... en unos pocos años ya dejaremos al niño dios guardado en una caja bajo una cama o en un armario, solo para sacar a un viejo gordo de traje rojo que le trae regalos a los niños del norte, y cada navidad seá aun mas "gringorizada" queriendo, en algo parecernos a lo que son los países de "primer mundo"
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